viernes

Whistling



A mi padre le gustaba silbar.
Cuando divisaba desde el patio las ventanas de nuestra casa siempre entonaba una pequeña estrofa con su peculiar silbido. Era su manera de decir "ya he llegado".
Repartía su completa jornada laboral entre su estancia matutina en el cuartel donde ensayaba tocando el tambor con la banda militar y su sesión de tarde y noche recibiendo público, cortando entradas, y acomodando en las butacas del cine a un público variopinto que buscaba la distinción de haber visto una gran película en el que se anunciaba por aquéllos tiempos como "el mejor cine de Europa".
No era fácil mantener a 4 hijos cuya diferencia de edad entre la hermana mayor y la pequeña era de 14 años.
A mi padre le veía poco, lógicamente. Sólo los miércoles por la tarde cuando "libraba" del cine y durante el mes de vacaciones que me imagino haría cuadrar entre los dos trabajos.
Hasta los 15 o 16 años mi relación con él fue cuando menos discreta. No nos prodigábamos mucho en conversaciones vitales, existenciales, de cariño.
Cuando mi adolescencia empezó a cambiarme la melodía me llegó la época de cuestionar, de juzgar, de rebeldía, de demanda de atención.
Tras su jubilación escalonada de ambos trabajos comencé a verle más a menudo en casa, a rozar más con él, a cavar aún más hondo nuestra zanja divisoria. Aún lo sigo lamentando.
Un mal día mientras atravesaba un cruce con un semáforo de luz equivocada fue arrollado por una moto y tras una convalecencia de casi un mes en el hospital falleció de una infección.
Guardo tantos recuerdos oscuros y contradictorios de él que se me hace difícl a veces quererle y admirarle como creo que debía haberle demostrado en su tiempo. En gran parte gracias a él soy mucho de lo que soy. Arquitecto, músico, cinéfilo, delgado y de elevada estatura entre otras muchas cosas.
De vez en cuando recuerdo aquél silbido con el que se anunciaba antes de subir la escalera hacia nuestra casa y no puedo dejar de pensar que me habría gustado conocerle.

15 > > > > Centímetros:

Tesa dijo...

Es un post de esos en que el autor se abre en canal y deja ver sus entrañas al descubierto, como si la conciencia y los sentimientos muy íntimos envolviesen nuestros huesos y sólo se dejasen ver en las cicatrices profundas.
Desde la muerte de mi madre, estoy descubriendo a mi padre de otra manera. Y eso no quiere decir que me guste más lo que estoy viendo ahora.
Un abrazo muy fuerte, tío grande.

la jardinera dijo...

Hay personas que te ayudan a reconocerte. En tu post de hoy, me he visto reflejada y he aprendido un poquitín más, cuando menos, a aceptar lo poco que hubo entre mi padrey yo. Gracias.

Y un abrazo,

Mcartney dijo...

Vecina:
La distancia suele ayudar a ver tanto a cosas como a personas de una manera distinta.
Y algunas veces no podemos compartir con esas personas nuestra nueva visión.


Jardi:
Sé más de ti por lo que leo en otros blogs del vecindario que por lo que nos contamos en nuestros respectivos refugios.
Siempre eres bienvenida, que lo sepas.

Miguel Baquero dijo...

Siento que no tuvieras tiempo de conocer como es debido a tu viejo. Yo creo que todos nos lamentamos de lo mismo, del tiempo inútil que perdimos en disputas que un día te das cuenta que eran intrascendentes en realidad. A mí también me ocurre lo mismo, ya te digo; a todo el mundo, yo creo.

Fiebre dijo...

El que no está colgao anda buscando la percha.
El mío vive, es relativamente joven, y en plenitud de facultades.
Lástima que sin serlo, ejerza de autista.

...Aún espero conocerle, y sé que no lo haré nunca (aun llevándonos bien, fíjate que curioso).

En fin Mac, que te pongas como te pongas te tengo que queré, so artista.

Raúl dijo...

Me conozco bien ese tipo de relaciones que retratas.
Una entrada excelente. Sí señor.

Anónimo dijo...

Supongo que esto nos habrá pasado a todos: rebelión contra el padre en la juventud, distanciamiento en la primera madurez y comprensión -cercana o no- más tarde, cuando ya se le ve en sus últimos años.
El mío aún vive, y ésa es exactamente la gradación que he sentido. Que ya digo, la comprensión total o parcial no implica nada más que eso; pero, quiera o no, es mi padre.
Curioso que aún se acuerde alguien del señor Smith. ¿Andas mucho por el desván?

Mcartney dijo...

Mike:
Aprendemos con la vida y la historia se repite en casi toda la gente que conocemos.
Tirar cosas a la basura es fácil.
Tirar gente, no tanto.
Abrazo consonante.


Fever malagueña:
Chorpatélica frase que apunto en mi libreta para uso en tertulia de colgados ad hoc.
Al menos tú, aún puedes intentarlo si realmente te escuece el alma.
Besos cómplices.


Raúl cinéfilo:
Nada nuevo bajo el sol del membrillo.
Abrazo de celuloide.


Güalker:
Paso horas y horas en el desván. Incluso a veces muy bien acompañado.

Sin venir a cuento, hace unos días emergió de mi radiohead ese pegajosa silbada que creo recordar era la cabecera de alguno de aquéllos programas del año pún que oía por la radio.
Internés y algo de suerte hizo que descubriera quién andaba (silbaba) detrás de aquéllo.
Y a siendo franco (qué pasa se puede decir franco) fue lo que motivó que recordara a mi padre y a su afición por el silbido.
La verdad es que, con lo machacona que es, me pone el ánimo por las nubes.
Abrazo sin lengua

Sgt. Pepper dijo...

Yo no tuve esa relación que otros cuentan entre padre e hijo. Recuerdo los malos momentos.

Mcartney dijo...

Pepper:
Somos esclavos de la memoria que nos hace entre otras cosas ser la especie más avanzada del planeta.
Saludos.

Sgt. Pepper dijo...

Muchas gracias por tu comentario en mi recién inaugurado. No veas lo que anima

la jardinera dijo...

Ya sabes que puedes venir por mi jardín cuando te apetezca. Me haría mucha ilusión.

De hecho, he entrado a tu blog de nuevo para copiar la dirección e incluirlo entre esas ricas risas que huelen a suave.

Un beso,

Anele dijo...

¡¡Por los dioses!! Un arquitecto dejando al margen luces, espacios y materiales
;)

¿El desván es un garito o aquella maravilla de buhardilla?

A veces he pensado ¿Qué tendremos los padres de los hijos?

Mac, mejor comentar tarde que no comentar nunca.

Saludos.

Miss.Burton dijo...

Como me he identificado con esa sensación de echar de menos algo que no se exactamente de qué está hecho, y a la vez, cuestionarme el no haber podido descubrir la persona que había detrás de mi padre.
En mi caso, mi padre vive. Tiene muy mal genio, desde pequeña sólo nos chillaba, y nunca me dió la oportunidad de traspasar ese alma que blinda, porque piensa que así nadie le hará daño. Yo nunca le haría daño, pero necesito esa aproximación que el tanto demora, y que yo ansío viendo que algún día pasará de ser mi asignatura pendiente, a mi asignatura cateada. El tiempo pasa muy deprisa, debemos echar el resto, e intentar llegar a ellos, pero en mi caso, no se si plenamente en el tuyo, es misión dificil. Entro en casa, quiero hablarle, cualquier cosa que diga, me chilla y me dice que soy una tonta por preocuparme por él, y bueno, el final es simple y feo como la vida a veces. Callo, y pienso, la próxima vez, lo haré mejor. Y siempre suelo tener los mismos resultados.
Mi padre no silba, pero sus ojos piden cariño a gritos, lástima que sus brazos lleven tijeras, en vez de manos.
Un beso, me ha gustado mucho el post, mucho.

Mcartney dijo...

Miss:
Triste retrato haces de una persona que esgrime tijeras en vez de brazos. (qué gran frase)
No te rindas. El miedo es muy cabrón y se acomoda con chulería en el interior de nosotros cuando estamos bajos de ánimo.
Suerte y bienvenida.